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  • Sabiduría para la práctica
  • La Sabiduría es conocimiento aplicado
  • La sabiduría se propaga ella misma

Sabiduría para la práctica

La Sabiduría es para la práctica, no para hablar de ella continuamente. Si nos limitamos a hablar de los Maestros, los Rayos y las Jerarquías, tan sólo conseguimos descuidar nuestras obligaciones presentes.

La Sabiduría es conocimiento aplicado

Cuando el conocimiento es aplicado deviene sabiduría. Solemos obtener mucho conocimiento pero tenemos que aplicarlo en nuestra vida diaria para que se transforme en sabiduría. A través de la sabiduría experimentaremos la existencia.

La sabiduría se propaga ella misma

No tenemos que estar deseando difundir la sabiduría sin trabajarla en nosotros mismos. No hemos comprendido bien si pensamos que podemos difundir la sabiduría. La sabiduría sabe como difundirse. Sólo necesita canales.

Paciencia

Paciencia en el Camino

Paciencia

Muchas personas desean seguir el camino de la luz y adquirir conocimientos espirituales. Sin embargo, para dar el primer paso en el camino, necesitamos mucha paciencia, templanza y tolerancia. Para una persona moderna, estas son tres cualidades muy difíciles de alcanzar, ya que la impaciencia es la tónica general de nuestra civilización, junto con una intolerancia cada vez mayor. Precisamente las personas especialmente capaces e inteligentes suelen carecer de paciencia. Sin paciencia no podemos avanzar en el camino. Si a una persona impaciente e intolerante se le dieran las herramientas internas de la sabiduría, no las utilizaría con el suficiente cuidado. Esto le causaría problemas a sí misma y a otras personas. Solo a través de la paciencia, la tolerancia y la espera aprendemos el amor y la compasión. Estas cualidades del corazón nos abren la puerta hacia nuestro interior. Y solo a través de la paciencia podemos expandir nuestra conciencia a esferas más elevadas, donde reside la sabiduría.

En la vida de los discípulos vemos que podían soportar en silencio y con paciencia muchas tonterías e injusticias personales en su entorno. «La Escalera de Oro» de Madame Blavatsky habla de «soportar con valentía la injusticia personal» como una de las cualidades básicas que deben adquirir los aprendices. Sin embargo, tendemos a luchar por nuestros derechos y pensamos que los demás son responsables de nuestras dificultades. Buscamos los defectos en los demás; a menudo nos decepcionan y los criticamos abierta o veladamente. Quien habla o piensa mal de los demás no se encuentra en el camino de la luz. Con nuestra actitud crítica, creamos un obstáculo insuperable para la ayuda que nos ofrece lo divino.

El Principio de Saturno

El principio de Saturno presenta a cada alumno que busca la verdad sus limitaciones personales. Saturno es considerado el «anciano». Es la encarnación de la paciencia y enseña a los alumnos a ser pacientes. A través de Saturno aprendemos a esperar y, mientras esperamos, vemos cuánta impaciencia hay en nosotros. Muchos son demasiado temerosos; no están relajados mientras esperan, sino preocupados por un posible acontecimiento. Por eso hacen muchas cosas antes de que llegue el acontecimiento y, cuando llega, reaccionan de forma equivocada. Para poder ocuparnos de las cosas en el momento adecuado, necesitamos un pensamiento tranquilo y equilibrado. Por eso se aconseja la paciencia y se prefiere una actitud receptiva a una actitud proactiva. Una persona equilibrada no actúa ni demasiado pronto ni demasiado tarde, sino en el momento adecuado. Está abierta a todas las situaciones y soluciones posibles.

Supongamos que estamos ocupados con las enseñanzas sobre Saturno. Una persona entra e interrumpe nuestra actividad. Nos sentimos molestos y pensamos: «justo ahora viene esta persona sin avisar y quiere hablar conmigo. Tengo otras cosas que hacer». Nos impacientamos, pero debemos recordar que él es el verdadero Saturno, que quiere enseñarnos una lección de paciencia. No debemos ignorar las lecciones que nos da la vida.

Debemos aceptar con paciencia lo que viene, sin reaccionar con irritación y enfado ante las interrupciones de la vida cotidiana. Saturno nos enseña la ley de la aceptación. Debido a nuestras propias limitaciones, a menudo tenemos que esperar durante mucho tiempo. Cuando se nos pide que esperemos, lo mejor es simplemente esperar. ¿Por qué deberíamos hacer otras cosas cuando es hora de esperar? Querer estar activo cuando es necesario esperar es un síntoma de impaciencia.

La Velocidad de Dios

Cuando Hércules recibió de su maestro la tarea de recoger las tres manzanas doradas del árbol de la vida, quiso ponerse en marcha inmediatamente y realizar el trabajo. Pero el maestro le dijo: «No, hijo mío, no te precipites. Hazlo con paciencia. No avances demasiado rápido, sino a la velocidad de Dios. La velocidad de Dios es la rapidez que te permite el tiempo. El tiempo tiene un programa para ti. Si intentas adelantarte, perderás el momento, y si intentas llegar más tarde, también lo perderás. Ve con el tiempo, tal y como te lo dicta. Responde a las situaciones tal y como te las ofrece el tiempo. No intentes ser rápido, porque el trabajo requiere paciencia».

Debemos mantener los ojos y los oídos bien abiertos para escuchar y ver al Maestro desde cualquier dirección y a través de cualquier forma. En su búsqueda, Hércules pronto perdió la presencia del Maestro. Lleno de compasión, el Maestro le envió señales a través de sus mensajeros, pero Hércules no estaba lo suficientemente atento para reconocerlas. El mensajero regresó al Maestro y le dijo: «Es sordo. ¿Qué debo hacer?». El Maestro respondió: «Le hemos dicho que tenga paciencia. Nosotros también debemos ser pacientes. Debemos darle tiempo suficiente hasta que comprenda». Poco a poco, Hércules comenzó a comprender qué camino debía tomar, y la idea le golpeó como un rayo.

A veces, en el camino, también a nosotros nos golpean ideas como un rayo sobre cómo debemos continuar, especialmente cuando somos pacientes y estamos abiertos. Lo mejor es ver lo divino en cada situación y que es Él quien nos ha recetado una dosis de espera. Así mantenemos nuestra confianza en la ayuda de lo divino y cumplimos y disfrutamos de nuestras obligaciones con paciencia.

El Maestro CVV solía comentar con humor que había venido a la Tierra para aliviar la ingrata tarea de Saturno. Es una afirmación simbólica. Significa que los seres humanos a menudo reaccionamos con dificultades y adversidades a las vibraciones de Saturno y rara vez lo hacemos de manera adecuada y comprensiva. Porque el propósito de la acción de Saturno es eliminar la impaciencia, la irritabilidad, los malentendidos y las acciones precipitadas. El Maestro nos informa que debemos ser pacientes para trabajar con él. Saber esperar y hacer lo que hay que hacer: esto es algo que suelen señalar los grandes iniciados. Con la bendición de Saturno, poco a poco se supera nuestra naturaleza deseosa y lo que queda como actitud interior es la paciencia, la ausencia de expectativas y el sentido del deber. Estas cualidades permiten que nuestro nivel de pensamiento sea estable y que nuestro modo de vida sea ordenado y ritualizado.

Regular el Pensamiento

Regular nuestra capacidad de pensar y dotarla de la capacidad de estar estable y en un estado agradable solo se consigue con mucha paciencia. Es un proceso de entrenamiento enorme, y es más fácil domesticar a un animal que nuestra capacidad de pensar. Al centrar el pensamiento en la respiración, los videntes de la antigüedad encontraron una forma de domesticar el pensamiento.

Observamos la inhalación y la exhalación y, especialmente, el intervalo entre ambas. Al principio no nos resulta fácil permanecer en el estado de observador. Cada pensamiento que surge nos saca de la observación y nos dejamos llevar por los pensamientos. La práctica constante y paciente imprime un nuevo patrón en el pensamiento. El pensamiento se vuelve más lento y se retira a su origen, el corazón. Mantenemos la atención en el corazón y, con el tiempo, sentimos el latido. Entonces se dice que la capacidad de pensar es estable y se encuentra en un estado agradable. Solo cuando el pensamiento se vuelve más lento podemos meditar y rezar de verdad.

Lo que parecía imposible se vuelve gradualmente posible. Los pensamientos dejan de surgir y permanecemos en armonía con el Señor que hay en nosotros. En este profundo estado de meditación, la respiración y todos los pensamientos secundarios cesan, e incluso el pulso es apenas perceptible. Solo el pensamiento original «Yo soy, yo existo» permanece como un lago tranquilo.

Para una meditación tan profunda, debemos haber organizado nuestra personalidad durante mucho tiempo. En lugar de fijar la mirada en el corazón, también podemos dirigirla al centro de la frente, entre los ojos. La paciencia permite consolidar la conciencia y que las ondas de pensamiento se apacigüen.

Se recomienda inhalar y exhalar profundamente tres veces antes de comenzar la plegaria. La mente se calma y las oraciones y meditaciones nos resultan más fáciles. Prestamos atención a la pulsación y nos sumergimos profundamente. «Dip deep» («Sumérgete profundamente») es el mantra del maestro CVV para estar en el principio pulsante. Quien lo consigue, está más allá de los muchos ruidos de nuestro entorno.

Reconocemos el cambio en las vibraciones de nuestra mente cuando nuestra irritabilidad e impaciencia hacia otras personas se transforman en compasión y amor, y sentimos fraternidad con todos los seres humanos. Por ejemplo, cuando vemos a personas malas, debemos ser capaces de comprender que no son malas, sino que solo se comportan mal. Con esta comprensión, les damos una mayor oportunidad de mejorar. Muchos de ellos son personas débiles. Tienen debilidades, al igual que nosotros tenemos las nuestras. Si nuestras circunstancias lo permiten, podemos ayudarles un poco.

Fuentes utilizadas: K.P. Kumar: Hércules. El Hombre y el Símbolo; notas de diversos seminarios. The World Teacher Trust / Ediciones Dhanishtha España (www.edicionesdhanishtha.com)